jueves, 8 de diciembre de 2011

APROXIMACIÓN A LA CIUDAD



COLLIN Rowe, en su libro “Ciudad collage” nos ofrece un modelo de análisis para la ciudad que, sin tener que profundizar hasta los niveles a los que llega el crítico inglés, nos puede resultar útil el tratar de estudiarlo parcialmente. 
En relación con la dinámica del curso, cuando leemos la siguiente cita de Le Corbusier: “Un edificio es como una pompa de jabón. Esta burbuja es perfecta y armoniosa si el aliento ha sido equitativamente distribuido en su interior. El exterior es resultado del interior”,  entendemos el nuevo camino emprendido por la arquitectura a partir del movimiento moderno, y en el podemos pensar que nos encontramos todavía. La posibilidad de poder levantar los edificios libremente, sin nada alrededor, una alternativa que no se había contemplado hasta la fecha en toda su extensión,  significa tener en cuenta la consideración señalada por Van Doesburg, de que la nueva arquitectura se desarrollará plásticamente en todas sus caras.
Esta idea del edificio objeto, propia de la arquitectura moderna,  va acompañada según Rowe de su contraria, es decir, de su desaparición. En tanto en cuanto atiende al discurso de su inserción en la ciudad, la arquitectura se ha tratado de integrar “disimuladamente”. Pero además, junto a esta pareja de opuestos -objeto material racional/ su desintegración-  aparece el concepto de espacio, de características más sublimes, según Rowe. En su texto nos expone cuánto más asociamos las ideas de libertad, naturaleza y espíritu a un “contínuum” espacial, que a la “grosera” materia.
Estos conceptos o ideas matrices  de elementos arquitectónicos centralizadores, asociadas a la ciudad moderna, fueron cuestionados a partir del CIAM De 1947. Es cierto que a mediados de los 50 existía todavía interés por la creación de focos urbanos, pero faltaban equipamientos que los permitieran. Un  ejemplo de este fracaso es la propuesta de Centro urbano para Saint Die por parte de Le Corbusier, dónde se observa un centro de ciudad jerarquizado, organizado  con edificios exentos que ocupan un espacio a la vez que tratan de organizar el espacio de su alrededor. Esta operación combina para Rowe las características de una Acrópolis  con la  función simultánea de Ágora, lo cual resulta una profunda contradicción.
En su análisis de la ciudad moderna, Rowe propone su comparación con la ciudad tradicional, en la que encuentra “el inverso de la ciudad de la arquitectura moderna, que casi podrían presentarse como la lectura alternativa de algún diagrama Gestalt que ilustrase las fluctuaciones del fenómeno figura-fondo. Así una es casi blanca y la otra casi negra; una es una acumulación de sólidos en un vacio en su mayor parte sin manipular, la otra es una acumulación de vacios en un sólido mayormente sin manipular, y en ambos casos el fondo fundamentalmente promueve una categoría diferente de figura: en un caso objeto, y en el otro espacio.”
Desde  esta mirada destaca las virtudes de la ciudad tradicional: una textura solida y continua que carga de energía a su contrario, el espacio específico, formado por la red de plazas y calles contiguas y conectoras que funcionan como sistema de expansión y estructuración del conjunto. Por encima de estos valores señala “la grandísima versatilidad  de la textura o fondo que actúa como soporte”. Al ser un sólido continuo, Rowe explica cómo la edificación que lo compone no tiene vocación de expresar su autonomía o explicar su función, y cómo sus fachadas públicas operan con la libertad de responder a sus necesidades inmediatas. Para Rowe, el atractivo de la ciudad tradicional se encuentra en ese contraste entre  “estabilidad pública e imprevisibilidad privada, figura pública y fondo privado”.
Frente a los valores de la ciudad histórica,  la construcción del objeto edificado como pompa de jabón, en su expresión completa, genera una colisión con el interés público, que se convierte en un “resto amorfo”, al que hay que responder desde los mismos intereses de la arquitectura moderna: luz, aire, higiene, aspecto, perspectiva, recreo, movimiento y apertura.
Pero Rowe también observa elementos negativos en la ciudad tradicional, comunes con  criterios empleados en la ciudad moderna: la repetición de la estructura de las calles es en algún modo similar a  la proliferación de objetos de la arquitectura moderna, haciéndose en estos casos la ciudad monótona y aburrida. La diferencia principal se encuentra en que en la ciudad histórica se dan las condiciones de una comprensión de espacios estructurados, frente al vacio deshilvanado de la ciudad moderna. Perceptualmente ésta resulta desastrosa y no aguanta un análisis desde los criterios de la Gestalt. Rowe lo explica de la siguiente manera tan esclarecedora: “Si se supone que la apreciación o percepción del objeto o figura requiere la presencia de un cierto tipo de campo o fondo, si el reconocimiento de cierta clase de campo acotado de cualquier modo es un prerrequisito de toda experiencia perceptiva, y si la conciencia de campo precede a la conciencia de figura, entonces cuando la figura no está soportada por ningún marco identificable de referencia, forzosamente ha de debilitarse y destruirse a sí misma”.



Le Corbusier: proyecto para Saint-Dié, plano de figura y fondo


Parma, plano de figura y fondo

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